jueves, 16 de diciembre de 2010

cuando uno escribe, uno descubre

Entro en mi casa. Mientras ando por el pasillo los pestillos de las puertas se van echando, encerrando a cada uno dentro de su habitación, aislándose de todo lo exterior. Llego a mi habitación, y cierro la puerta. Me quedo parado un momento con la puerta tras de mi, pensando. Sin darme cuenta, el suelo que piso ya ha empezado a desaparecer, pero inconsciente de esto me dirijo al escritorio, y por donde piso desaparece el suelo. Me siento, y la silla, sin yo darme cuenta, se ha transformado; ha cambiado, se ha convertido en un extraño árbol con forma de silla en el que sigo sentado, pensando pero sin percatarme de nada. Empiezan a surgir en mí infinidad de ideas, y cojo un papel mientras el trozo de suelo en el que está la silla también desaparece, y en su lugar aparecen un montón de hojas marrones como si del árbol de la silla se hubieran caído. Al mismo tiempo, la hoja que había cogido para empezar a escribir cambia de color, y ese blanco perfecto se vuelve amarillento, además se vuelve rugoso y los bordes pierden toda su perfección. Aunque he visto esto, indiferente, continúo: cojo un bolígrafo y comienzo a escribir; no me he dado cuenta, pero una de las esquinas de la habitación ha comenzado a desaparecer y yo sigo escribiendo, cuando el bolígrafo empieza a convertirse en una pluma, esto me hace parar y empiezo a ser consciente, por lo que sigo escribiendo. Poco a poco las paredes de la habitación se van convirtiendo en hojas secas que vuelan arrastradas por el viento dejando ver un hermoso paisaje: un bosque que viste de distintos tonos de marrón y amarillo, pero sigo todavía concentrado en lo que escribo, cuando poco a poco y sin apenas darme cuenta la pluma de mi mano se va desvaneciendo suavemente con el aire y cuando ya no queda con que escribir miro el paisaje de mi alrededor delimitado por una niebla que lentamente se va alejando en todas direcciones dejando ver cada vez mas paisaje y más mundo.
Como si me estuviera mimando, la silla se incorpora pasando a ser el árbol que debería ser, dejándome a mí de pie, en medio de toda mi creación.
Papel y pluma han desaparecido y ya no tengo ganas de seguir escribiendo, sino de contemplar todo lo que se va extendiendo a mi vista y observar qué sucede.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Quiero una vida de novela

Una de las cosas que me llevaban rondando por la cabeza en este último tiempo son esas personas que tienen historias increibles que contar, esas personas que tienen vidas dignas de cualquier novela o película. A mí me gustaría tener una vida de esas, en la que sucedan cosas impresionante y luego poder contarselas a otros y recordarlas yo mismo. Y hoy mismo, escuchando hablar de su vida a una persona, se me pasaba por la cabeza que estas historias impresionantes son las historias de las personas que, o bien la han cagado mucho (pero me refiero a cagarla hasta el fondo) y luego han salido de sus errores a base de sufrimiento y esfuerzo, y por otro lado las personas que han decidido hacer cosas grandes y se esfuerzan por conseguirlas a pesar de las SEGURAS dificultades que van a apareciendo, que también se superan a base de sufrimiento y esfuerzo. Las "vidas aburridas" parecen ser las de aquellos hombres que Ortega llamaría "hombre masa". Las personas que simplemente sobreviven la vida en lugar de vivirla.

A lo mejor sería generalizar si digo que todos queremos tener grandes historias sobre nuestras espaldas, quizás sea solo una ambición mía y de pocos más... Pero a mí me gustaría tener una vida así. Y puesto que no tengo pensado cagarla-del-todo próximamente (aunque nunca se sabe, estas cosas pasan a veces, como diría Fito "un día tuerces una esquina y te tuerces tú también"; pero yo tengo la suerte de contar con buenos compañeros de viaje que no me dejarían tocar fondo) creo que lo mejor que puedo hacer es esforzarme por conseguir las cosas que quiero.

Hay que ser honesto con uno mismo y ver si lo que quieres hacer está bien o no, me refiero a que, por mucho que me apetezca matar a alguien, intentaré no esforzarme en matarle. Pero si el objetivo es bueno merece la pena dejarse la piel. (y sé que "dejarse la piel" es una expresión, y la leemos por encima sin pararnos a pensar que realmente dejarse la piel es algo muy doloroso, pero es que a eso se refiere la expresión: merece la pena aguantar el dolor)

domingo, 5 de diciembre de 2010

¡Ey! ¿Te vienes?

Es sábado a la noche, casi la una de la noche. estoy mirando las últimas cosas en internet para luego irme a la cama y dormir. Viene Un compañero del piso entrando en mi habitación:

-¡Ey! ¿Te vies al woodstock? (el woodstock es un local donde ponen buena música)
-No, me voy a dormir que mañana tengo que estudiar.
-Bah tío, es sabado por la noche...
-Nada tio, exámenes.
-Va, hasta luego.

Es cierto, aveces me siento estúpido, es sábado por la noche, y me voy a dormir para poder estudiar mañana ¡¿Pero que me pasa?! ¡¿Estoy loco o qué?! No se, ahora mismo casi todo el mundo de mi edad está ahí fuera...

Pero, en realidad ¿cuál es el problema? Si me paro a pensarlo más detenidamente me doy cuenta de que yo sé, más o menos, lo que quiero hacer con mi vida, tengo algunas metas en la cabeza, y para alcanzarlas, entre otras cosas necesito sacar la carrera, y con las mejores notas posibles, pero es importante que me saque la carrera. Y estoy de exámenes. Pero viene alguien y te propone salir un rato por la noche, y al rechazarlo te sientes estúpido. Además él se va y sabes perfectamente lo que se le pasa por la cabeza: "menudo tío más aburrido, no sabe divertirse".

Ya lo siento, de verdad, me gustaría poder no pensar en nada y salir, y ya pensaré mañana en los problemas de mañana, ahora no hay que preocuparse por eso, voy a divertirme un rato. Pero eso ya lo he hecho más veces, y lo siento, pero el mañana llega y entonces ¿Habrá merecido la pena? eso yo no puedo decirlo, cada uno deberá juzgar su propia situación, sus propias sensaciones...

¿Merece la pena luchar por algo que se quiere conseguir, aunque cueste renunciar a algunas cosas? Pienso que sí, claro. Me digo a mí mismo que miro hacia el futuro, aunque es cierto, no solo hacia el futuro, también hacia el presente, que de hecho es lo que importa, y hago con mi presente lo que creo adecuado. Seamos sinceros, esto se me habrá olvidado dentro de unos días: esa noche en la que pude salir... No se, no se que importancia puede tener quedarse aquí e irse a dormir para descansar y estudiar; no lo niego, me siento un poco "pringao". Creo que intento luchar por algo, intento encauzar mi vida, me pueden llamar "aburrido", pero creo que hacer algo así es en realidad lanzarse a la aventura, hay más dificultades a la hora de intentar "hacer las cosas bien" que si te dejas llevar un poco por lo que te apetece. Y pienso que el hecho de que surjan dificultas es una señal de que en cierta medida estás haciendo las cosas bien. No sé qué pensais...

sábado, 4 de diciembre de 2010

Ellos

Las calles de la ciudad estaban ya bañadas por la luz cansada de un Sol moribundo  que a penas se sostenía. Salí por la puerta y vi, a mi pesar, lo de siempre, lo mismo que ayer y lo mismo que el día anterior. El sábado y el domingo no se presentaban especialmente bien, pero intenté no pensar mucho en eso.
Tenía ya la mano en el picaporte de la puerta cuando quise darme cuenta de que había llegado a mi destino. Había estado distraído durante todo el trayecto, esquivando gente e ignorando semáforos. Me encontraba  mirándome a mi mismo en el reflejo de una puerta de cristal y marco de madera.
Mis recuerdos me devolvieron a esa gran explanada de tierra; tras ella se elevaba una pequeña montaña de árboles y piedra, y al pié, cinco pequeños aventureros dispuestos a llegar hasta la sencilla torre que coronaba el monte. Empezamos a subir. Corriendo bajo la sombra de los árboles y trepando por las grietas que había entre las rocas conseguimos alcanzar, de nuevo, la cima. Nos erguimos en la cima con la mirada fija en la total inmensidad, se abría ante nuestra admiración un amplio paisaje verde, y al fondo, en el horizonte, los altos picos nevados de las montañas. Pero la explanada fue desapareciendo y se fue convirtiendo en asfalto, la gente andando de un lado para otro irrumpieron en mi recuerdo, el sonido de los coches finalmente me devolvió a la realidad. Las rocas y árboles se transformaron en brillantes ventanas, la vieja torre en un moderno pararrayos. Los sueños se transformaron en pesadas rutinas, la admiración en indiferencia, las sonrisas en arrugas, los alocados cabellos en aburridas canas que no hacían nada por frenar su paso. Me encontraba de nuevo frente a mi reflejo.
Al abrir la puerta dejé que se escapara un poco del humo acumulado en el local, tras el golpe de la puerta tuve que acostumbrar mis ojos al cargado ambiente. Era un local pequeño. Todas las mesas estaban ocupadas menos una, en la que aún quedaban dos vasos con media rodaja de limón y los restos de lo que antes fueron sólidos hielos; una atractiva camarera vestida de negro los colocó hábilmente sobre una bandeja de aluminio, vino en mi dirección y me regaló, al pasar, el fuerte aroma de su perfume. Enderecé la mirada y me topé con los profundos ojos marrones de un hombre poco mayor que yo que me observaba desde detrás de la barra mientras se secaba las manos bruscamente con un trapo de tela, su gesto era serio y no parecía gustarle mi presencia. A mi derecha, dos hombres adultos estaban sentados en una mesa criticando encendidamente a algún conocido suyo. Miré el pasillo que había frente a mí y sonreí tímidamente al descubrir, tras el humo, esas cuatro caras brillantes de familiaridad. Estaban al fondo, sentados en una mesa pegada a la pared. Una lámpara que colgaba del techo les bañaba con una tenue luz amarilla.
Me acerqué lentamente donde ellos estaban; hablando silenciosamente y arropados por el ambiente del lugar. Mientras me acercaba, uno de ellos me miró sin apenas mover la cabeza y me dedicó una sonrisa tan sincera que no pude resistirme a devolvérsela. Cuando ya estaba junto a su mesa se hizo un breve silencio, en el que no cupo más que nostalgia. Me hicieron sitio, me senté y continuaron la conversación. Me fijé en ellos, había algo en sus rostros… Sus ojos abiertos de par en par no se parecían en nada a mis tristes ojos entornados, arrugas iguales a las mías no bastaban para ocultarles la sonrisa.
Al principio yo no hablé nada, simplemente me dediqué a escuchar; mirando sus caras, oyendo sus voces, escuchando sus historias y recordando buenos momentos… Momentos en los que nada importaba excepto soñar, momentos en los que el mundo entero se transformaba frente a nosotros, ante la mirada de unos ojos que no comprendían lo irreal.
A cada rato que pasaba iba siendo menos consciente de lo que sucedía más allá de nuestro humilde rincón. Las personas del bar habían desaparecido, tampoco estaban ni el dueño del local ni la camarera de camisa negra, el bar se había quedado para nosotros solos. Toda la calle a oscuras excepto una pequeña esquina de un pequeño local, que brillaba tímidamente. Al cabo de un rato cogí el móvil para ver la hora y vi que un número desconocido me había llamado, me levante de la mesa y me alejé unos pasos para devolver la llamada; observé al fondo la puerta y vi tras ella la oscuridad de la noche, me percaté de que se estaba haciendo tarde cuando de repente una mancha blanca pasó frente a la puerta, les miré a ellos rápidamente y vi que seguían inmersos en la conversación. Se despertó en mí una intensa inquietud, una inquietud que llevaba muchos años dormida. Me olvidé de todo lo que me rodeaba y rápidamente me dirigí hacia la salida, asomé la cabeza fuera del local y pude distinguir un velo blanco de una mujer doblando la esquina; sin pensarlo me apresuré a seguirla; al girar la calle me encontré con docenas de personas frente a mí, andando en mi contra; y vi también, más a delante, entre toda la masa de personas, la tenue luz que desprendían sus blancos ropajes. Fuera quien fuera, se alejaba rápido, y yo apenas podía avanzar por culpa de la gente. Algo me impulsaba para seguirla, no sabía por qué, pero me sentía fuertemente atraído hacia ella, aunque no se dejaba alcanzar fácilmente, quería saber quien era esa mujer.
Cada vez había menos edificios; empezó a haber árboles por las calles; en el suelo, entre las baldosas, asomaba una verde hierba; alguna que otra estrella había comenzado a brillar. Cada vez había menos gente. Cuando esquivé al último ya habíamos dejado la ciudad muy atrás.
Estábamos en pleno campo, había bastantes árboles y arbustos y la hierba era más alta y verde; el cielo era un manto negro con infinidad de estrellas. Yo sentía que me estaba guiando a algún lado, pero ¿a dónde? Todo parecía irreal.
Me fui acercando a ella, tenía un largo velo que le llegaba hasta los tobillos, llevaba también un blanco vestido que llegaba hasta el suelo, andaba descalza sobre el césped. Cuando ya estaba a unos pocos metros de ella me di cuenta de que estábamos llegando a un río. No era muy ancho, pero el agua avanzaba rápida y con fuerza, sin embargo, a la vista parecía calmada, y al oído, silenciosa; solo se oía el agradable correr de un riachuelo. Al llegar a las aguas ella se detuvo a esperarme, yo avancé sin prisas hacia ella, un aroma a rosas me envolvió suavemente. Me acerqué a su lado y la miré. La dama me tomó la mano y luego me devolvió la mirada.
Esa mirada me paró el corazón. Todo, absolutamente todo se me olvidó en ese instante. La alegría de sus ojos envuelta por la inmensa paz de su rostro me inspiró una tranquilidad con la que nunca había soñado. Se despertó en mí la mayor de las admiraciones. A nuestros pies, el río avanzaba silencioso.
Me podía haber quedado mirándola durante horas. Pero ella dejó de mirarme para observar el río, quería mostrarme algo; lentamente yo hice lo mismo y bajé la mirada. Vi las oscuras aguas que corrían, creía no entender lo que ella observaba cuando extendió el brazo e iluminó una pequeña parte del río; pude ver a través del agua y vi un pequeño banco de peces que nadaban a contra corriente. Brillaban ahora en la oscuridad.
Al abrir los ojos pude ver las cuatro sonrisas de oreja a oreja que ellos me dedicaban. La alegría me invadió por completo, y mientras una lágrima corría por mi mejilla, ellos terminaron su historia:

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Confío

Vaya, el camino está oscuro, no veo nada ¿y ahora qué hago? ya van unas cuantas veces que paso por tramos como éste y empiezo a cuestionarme si realmente merece la pena... una y otra vez, una y otra vez...no sé qué hacer ni a dónde ir. ¿merecrá la pena verdad? espero que sí, lu único que realmente temo es que llegue el día en que no quiera continuar, alomejor ahora no sé por dónde ir, pero por lo menos tengo las ganas de llegar a algún lado...¡Ay de mí el día que pierda la ilusión de llegar! por favor, la esperanza no, esa no hay que perderla nunca. Confío en Tí, Señor, confío en Tí.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Ni te imaginas...

¿Cómo es posible que la luz de una farola apague la luz de la imaginación? Si la apagas descubrirás que hay hadas justo encima de ella. Si las apagas descubrirás que tus zapatos no han pisado el asfalto gris, sino que tus pies el césped verde, y que empieza a blanquearse  por la escarcha del frío invierno, y tus huellas se han quedado señalando tu camino. Si apagas las farolas descubrirás la curiosa mirada de unos pequeños personajes que miran y ríen desde la ventana de la Luna. Fíjate, el cielo no es negro, sino azul. Las nubes no están quietas, los árboles no son iguales todos ellos, sino que cada uno tiene su propia personalidad y aspecto. Las estrellas se dejan ver mejor si te esfuerzas en buscarlas. ¿Cómo puede la luz de una farola apagar la luz de la imaginación? No te dejes engañar por las luces de la ciudad, los castillos siguen estando ahí, y los duendes también. Apaga la lámpara un momento, cierra los ojos…ni te imaginas lo que vas a ver…

jueves, 25 de noviembre de 2010

BLACK

"la oscuridad está intentando desesperadamente apoderarse de tí, pero tú debes siempre caminar hacia la luz"

martes, 23 de noviembre de 2010

¡AUCH!

Jo!! no sabía que era tan difícil bailar bajo la lluvia... Bueno, me consuela que contamos con el apoyo de Dios. De verdad, que si no tuviera la esperanza de que él nos va a salvar no se que haría... nada tendría sentido...espero encontrarte cuando todo esto termine, mientras tanto ¡A DARLO TODO!

jueves, 18 de noviembre de 2010

¡Esta es!

Esta frase no es mía, pero es la frase que llevaba buscando durante un tiempo:

"La vida no se trata de cómo sobrevivir a una tempestad,
sino de cómo bailar bajo la lluvia"

Sí, esta es la frase que llevaba un tiempo buscando, cuanta verdad hay en ella, me rio mientras escribo esto, porque hace un par de días me pilló la lluvia mientras andaba por la calle, aunque eso aquí tampoco es raro, pero el caso es que estuve pensando porque inconscientemente cuando llueve y vas andando como que te encoges de hombros para cubrirte, yo creo que es unacto reflejo, porque en realidad no te cubres nada. Me empezaba a molestar, porque me estaba empapando, pero poco a poco me fui dando cuenta de que el cabreo y mal humor no iba a parar la lluvia...y si te paras un momento, andar bajo la lluvia es genial, si te olvidas por un momento de que la ropa se te está empapando y empiezas a sentir las gotas en tu piel...es genial.

bueno, creo que esa frase me daría para lineas y lineas de pedaleo sin sentido, así ke me kedo solo con esto, que "La vida no se trata de cómo sobrevivir a una tempestad, sino de cómo bailar bajo la lluvia"

lunes, 15 de noviembre de 2010

Levántate y anda...

Tengo que escribir, seguramente no salga nada más que un caos de ideas, sentimientos o pedales míos, pero no sé, necesito escribir…
La experiencia de la muerte es algo difícil, se muere alguien cercano y entonces qué… qué haces… Es algo que se ve en todas las películas y libros de hoy en día, siempre, en todas las buenas historias muere alguien, aunque sea el malo de la historia. Y a pesar de “acostumbrarnos” a oír hablar de la muerte, eso no nos hace acostumbrarnos de verdad a la muerte de alguien cercano. Es imposible acostumbrarse a eso, pues es perder a alguien, que no es perder simplemente una cosa, es perder una persona con la que has vivido un montón de cosas, y todos esos recuerdos son recuerdos compartidos, no son solo fotografías que miras cuando estás solo. Pensémoslo, cuánto tiempo del que estamos con gente es recordando momentos del pasado…estamos continuamente recordando cosas, y las recordamos incluso cuando estamos con aquella gente con la que las vivimos, pero eso no importa, porque no se trata simplemente de recordar hechos, sino de fortalecer amistades, reedificar relaciones…recordar no es más que renovar.
Y si a quien pierdes es a alguien con quien has vivido prácticamente toda tu vida…no solo pierdes a alguien, que es mucho perder, es que en parte, bueno, no en parte, estás perdiendo algo de ti mismo. Si te has volcado tanto en una persona que hasta te importaba más lo que era bueno para ella que lo que era bueno para ti…sin duda a esa persona la has amado, y perderla supone perderte a ti mismo.
Sin embargo no me quiero quedar en esto, perdida y sufrimiento, no. Las cosas no se pueden quedar así, no se debe perder la esperanza; como alguien ya escribió alguna vez: no se trata de un adiós definitivo, y sé que suena cursi, pero más que un adiós es un hasta luego. Me toca vivir una parte del camino sin ti, y eso me va a costar, pero voy a intentarlo, porque sé que lo último que querrías es que me rindiera. De verdad pienso que al final todos nos encontraremos más allá de la muerte y entonces miraremos atrás con sonrisas en nuestros labios, disfrutando unos de otros, y recordando; y seremos gente que ya ha recorrido todo un camino, con las piernas fuertes de andar, con cicatrices en las rodillas, que no hablan de aquella vez que te caíste, sino de aquella en que te levantaste.
De verdad, merece la pena coger la mano de quien te la ofrece. Y también merece la pena ofrecer tu mano a quien lo necesite, al final todos somos ciegos caminantes que andamos el camino de la vida sin saber lo que nos espera; y no sé vosotros, pero yo quiero averiguarlo. La vida me tiene muchas cosas preparadas y yo quiero saber qué cosas son, quiero saber si conseguiré pasarlas, quién me va a ayudar, qué habrá después de ellas… Veremos gente caer a nuestro alrededor, a veces caeremos nosotros y pensaremos que ya no hay solución, que es imposible levantarse, que en realidad no hay esperanza para todos, pero la esperanza, por suerte, no es algo que dependa de nosotros, HAY esperanza para todos, queramos o no, nos lo creamos o no, nos guste o no…
Hay situaciones difíciles, pero si son difíciles es precisamente porque están ahí para ser superadas. Os pido que tengáis fuerza para levantaros, y que continuéis este camino que es la vida, así cuando yo me caiga, al veros caminar, yo quiera también levantarme…

jueves, 11 de noviembre de 2010

Dos litros de armónica y guitarra

Un día de letras y rezos, sobre todo de letras, mucha filosofía a lo largo del día. Una buena cena con los del piso y un poco de improvisación musical. Eso es lo que me llevó hasta “ayer por la noche”.
Dos de mis compañeros se fueron a dormir, los otros dos nos bajamos a la calle; con una guitarra, una armónica y las ganas de pasar un buen rato hablando de la vida.
Nos compramos un par de latas de 0,5 cada uno y nos sentamos en un banco a tocar las primeras notas de la noche. Abrimos la primera lata y las gotas de lluvia más atrevidas empezaron a mojarnos: “Verónica no se puede mojar” me dijo “ella es de madera”. Nos sentamos bajo unos soportales observando como la lluvia descargaba contra los edificios. La vibración de las cuerdas y las notas de la armónica acompañaban la tormenta.
La cerveza y el cigarrillo se habían consumido casi del todo cuando dejamos la música y empezamos a hablar. No solucionamos ningún problema existencial, pero pasamos un buen rato. Luego, abrimos la segunda lata, pero ésta no sonó igual. Seguimos hablando, y es aquí donde empieza mi reflexión: seguimos hablando sobre cosas de la vida, pero no es eso sobre lo que ahora da vueltas mi cabeza: y no puede ser otra cosa que el alcohol, y mi vida, y mis decisiones, y Dios…Pero no sé, lo que se me pasa por la cabeza ahora es que la segunda lata no hizo falta, y repito que es que al abrirla no sonó igual que la primera. La primera sonó a música y descanso, la segunda sonó a arrepentimiento y sin-razón. Simplemente no había por qué abrir esa lata, se puede disfrutar de la música y la lluvia sin tener alcohol en la cabeza, es más, me atrevo a decir que se disfruta más sin él. Yo, sinceramente, no quería beber esa segunda mitad de litro, pero la bebí, y el único sentido de ello es el dejarse llevar, pero no que lo hiciera por dejarme llevar, sino que me dejé llevar.
Decimos y pensamos que soltar las riendas es divertido: “a ver dónde nos llevan los caballos…”. Tiene más emoción: no saber del todo a dónde vamos y la falta de control durante un rato, paro me preocupa que por la pereza o el miedo a coger de nuevo las riendas dejemos los caballos a su aire y acabemos en el acantilado. Dejarse llevar es lo fácil, y no digo que no tenga emoción, pero lo meritorio es “coger las riendas” e intentar llevar el carro a algún lugar concreto, lo difícil y meritorio es dirigir nuestra vida con decisiones de sacrificio y responsabilidad.
Y lo siento, pero escribiendo esto se me pasan cosas por la cabeza y el corazón, y pienso que en realidad la clave no está en llevar nosotros las riendas (y me radicalizo más) sino en dejar que las lleve alguien que pueda llevarlas. No es lo mismo soltar las riendas que confiárselas a otro. Muchas veces decimos que “hay que dejarse llevar y confiar”, pero ¿Confiar en qué? ¿En el azar? Eso no es confiar, es cerrar los ojos y esperar a que venga lo que tenga que venir. La confianza es muy distinta, no es cobardía, la cobardía no va acompañada de tranquilidad y de paz, la confianza sí. No es lo mismo soltar las cuerdas para confiárselas al viento que soltarlas para confiárselas a otro. Podemos pensar que es más emocionante confiárselas al viento, pero ¿Qué te crees? ¿Que la vida no te trae emociones si intentas dirigirla en una dirección concreta? ¡Más que nunca!
No hay que confundir la pereza y cobardía con el anhelo de emociones y experiencias. La vida de por sí te trae emociones y experiencias, no la fuerces pues es fácil saber qué sucede si fuerzas a la vida: que luego te pasa malas jugadas.
Sinceramente, prefiero agarrar las riendas de mi vida antes que dejarlas sueltas, y cuando las tenga frágilmente sujetas con mis dedos: dejárselas a aquél que me puede guiar mejor, que no es otro que Dios.
¿Y todo esto por un poco de cerveza? Podéis preguntar, pero no es por un poco de cerveza, es porque yo tomé un litro de cerveza cuando en realidad quería un litro de armónica y guitarra. Todo esto es porque soy consciente de mi debilidad, y eso te da que pensar.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Tu partitura

Hoy he estado en misa y el sacerdote ha dicho un metáfora que me ha gustado: Nuestra vida es como una partitura impresionante, “bellísima”, pero es una partitura que debes tocar, no es una simple hoja, que si la dejas abandonada en un cajón se llena de polvo y al final no puedes ni leer lo que pone. No, en esa hoja están las notas para tocar una melodía de concierto, no dejes que el polvo la obstruya, cógela y tócala, y si no te sale una nota intenta tocarla de nuevo, una y otra vez… El sacerdote decía que a esa partitura nosotros debemos darle vida, sin nosotros está muerta, muda…

Si no intentas tocarla ¿Cómo vas a saber cómo suena?

A base de palos

A base de palos, suena duro, pero es la mejor forma de aprender No sé por qué, no tiene mucho sentido, pero es la forma que mejor nos viene para madurar y para crecer. La vida se vive viviéndola, y a vivir se aprende viviendo, y es parte de la vida el caerse, el recibir injusticias, el sentir la impotencia…pero es gracias a eso por lo que podemos llegar más lejos. Vendrán problemas mayores y podremos afrontarlos porque ya antes nos hemos enfrentado a otros.
Si recibes un palo, no te quedes doliéndote…duélete, pero luego levanta y a seguir luchando. Es muy fácil escribirlo en frente de un ordenador, lo difícil es hacerlo, lo difícil no es decir que hay que levantarse, sino levantarse cuando te has caído y aún te duelen las piernas. Pero personalmente creo que merece la pena luchar, después de haber andando ya un trecho…merece la pena llegar hasta el final.

martes, 2 de noviembre de 2010

¿Qué tienes tú que no tenga yo?

Yo no soy más que un joven de a pié. Soy cristiano, y quizás eso me haga un poco distinto a los jóvenes normales de hoy en día, pero por lo demás me considero un chico normal y corriente. Por eso espero que, con lo que voy a contar ahora, alguien se pueda sentir identificado, o por lo menos que los que estén leyendo esto se hagan una idea de lo que se le pasó por la cabeza a un joven de 19 años a lo largo de un domingo muy especial.
 Si digo que es un domingo muy especial es por lo que viví. Ese día experimenté por la mañana una serie de cosas que no me dejaron buen cuerpo, me causaron cierta tristeza y me recordaron que el mundo no es todo de color de rosa. Después, a lo largo del domingo viví otra realidad completamente distinta que me hizo ver que la vida tampoco es tan oscura y deprimente como puede parecer en algunos momentos, y reconozco que al final de ese día me quedé con un muy buen sabor de boca, como con ganas de vivir el cristianismo, con alegría.
Por la mañana pasé por el metro de Madrid y estuve allí más o menos de ocho y media a nueve. Lo primero que me causó un poco de incomodidad esa mañana fue una pantalla unida a un sistema de altavoces que hay en el metro, por el que informan, a todo el que pasa por ahí, de todas las tragedias que han sucedido esa noche o a lo largo de la semana, todo eran noticias negativas: muertes, robos, abusos, peleas callejeras… todo negativo, y claro, si a una persona que se acaba de despertar y coge el metro para ir a trabajar, o a lo que sea, le bombardeas con un montón de malas noticias lo que estás haciendo es que empiece mal su día, es normal, empiezas a teñir su visión y tras ese tinte verá las cosas del resto del día, pero como digo, es normal, como ciudadanos nos involucramos en lo que sucede a nuestro alrededor y en el resto del país, pero si solo dejamos que la gente se involucre en las cosas malas, acabamos todos deprimidos. Es bueno recordar que también pasan cosas buenas. La verdad, mientras esperaba el metro intenté no escuchar las noticias y me puse a rezar el rosario.
Llegó el metro y entonces seguí viendo más cosas de esas que te hacen pensar: vi a un hombre sentado en frente de mí en un estado, por lo menos, curioso: no se mantenía despierto ni de pie, daba la sensación de que llevaba dos días enteros sin dormir, porque se quedaba dormido a lo largo de dos asientos y se le caía la cabeza, estaba haciendo unos movimientos muy bruscos, como para despertar a cualquiera, pero él inconscientemente bajaba y levantaba la cabeza sin enterarse de nada, pero no solo eso, también se le caía el brazo con el que intentaba sostenerse la cabeza, pero él lo volvía a colocar y se le volvía a caer sin ni siquiera despertarse. Digo que eso te da que pensar porque, sinceramente, a mi no me dio la impresión de que hubiera pasado una buena noche, ni una buena noche ni una buena semana. El siguiente misterio del rosario lo recé por él.
 Poco después me fijé en una chica joven que estaba a mi derecha, estaba llorando y se secaba las lágrimas con un clínex. Fue como otro golpecito, otra cosa que te hace pensar ¿Cómo ha llegado esa chica a estar a las ocho y media de la mañana en el metro de Madrid y llorando? Pero el caso es que poco más tarde, cuando ya solo faltaban un par de paradas para llegar a mi estación, vi fuera del vagón otra chica joven, de unos 22 años, que también lloraba, estaba claro que había estado de fiesta por la noche, estaba bien maquillada, llevaba una minifalda y era bastante guapa, pero lloraba. Dos chicas jóvenes que se podría decir que son afortunadas porque son guapas y seguramente han tenido mucho éxito esa noche, y sin embargo estaban tristes, aunque una cosas es estar triste y otra llorar, muchas veces estamos tristes y nos aguantamos las lágrimas, pero cuando ya no podemos aguantarlas y lloramos es porque estamos MUY tristes, no simplemente entristecidos.
Todos buscamos la felicidad, es decir, no encontrarás a nadie por la calle que te diga “Yo quiero ser un infeliz y estar triste toda mi vida”. No, nadie quiere eso, todos queremos estar bien, y seguramente cualquier persona que hubiera visto a estas chicas el sábado a las once de la noche hubiera pensado: “¡Qué suerte la suya! Lo tiene todo, ojalá yo tuviera algo de lo que tiene ella” Es cierto, esa noche iban a triunfar. Seguramente iban a conseguir lo que querían. Y diez horas más tarde no podían ocultar su sufrimiento. Es curioso, porque no había mucha gente en el metro, y de la poca que había, aún menos que encajen con ese perfil, de todas las chicas jóvenes que puedes ver en el metro yo fui a ver dos que estaban mal, como se suele oír a veces por ahí: “¿Casualidad? No lo creo”. Sinceramente, no creo que sea casualidad, el mundo nocturno hace mucho daño y consigue hacer que la gente sufra y eso es porque, por lo general, la gente que está de fiesta un sábado por la noche no está pensando en los demás, sino todo lo contrario, piensan en satisfacerse a sí mismos. En un mundo donde la mayoría de gente está pensando en conseguir algo para sí mismo lo normal es que mucha gente acabe llorando: son las víctimas de la noche, las víctimas de la fiesta, las víctimas del alcohol y las víctimas del sexo, las víctimas son aquellos que buscan estas falsas felicidades. Lo que sucede no es solo que no siempre consigamos lo que queremos, sino que muchas veces no queremos lo que debemos. Eso explica que en toda fiesta que se precie de ser una fiesta siempre acabe alguien llorando o cabreado. Como he dicho antes todos queremos estar bien, y cuando un joven va a una discoteca lo hace porque piensa que ahí va a estar bien, de hecho seguramente se reirá bastante, pero luego viene lo malo, debe devolver el préstamo, le han prestado una diversión durante unas horas que luego tiene que devolver a base de dolor de cabeza y malestar.
Pero como he dicho al principio, no todo es tan malo como parece a veces; se me pasaba todo esto por la cabeza cuando salía del metro, y durante el resto del día vería la otra cara de la moneda. Resumiendo bastante: durante ese día vi a dos monjas, las dos de clausura y en dos conventos distintos, fui con uno de mis tíos a visitarlas. Y estas monjas también me dieron qué pensar, y al igual que las otras dos, solo me hizo falta ver sus caras para que mi cabecita empezara a dar vueltas. Es verdad que con las religiosas estuvimos un rato hablando, por la mañana con una y por la tarde con la otra, pero, en realidad, no hace falta más que ver sus caras para flipar, y digo flipar porque son personas que se han encerrado en un convento y ves en sus caras que están alegres. Luego puedes cometer el error de hablar con ellas y entonces es cuando verificas que sí, que realmente es gente que está feliz, y ¿Cómo van a estar felices siguiendo una norma de vida llamada “ora et labora”? es decir, reza y trabaja, ¿Se puede ser feliz a base de rezar y trabajar? Estas dos monjas me han demostrado que sí. ¿Se encuentra la felicidad saliendo a beber y a bailar por la noche? Personalmente nunca me ha pasado que, viendo la cara de una persona que acaba de salir de una discoteca, envidie a esa persona, como mucho su rostro te dice que se lo ha pasado bien ese rato, pero está claro que eso no dura demasiado tiempo. En cambio, lo que esas dos monjas te inspiran es una mezcla entre admiración y envidia; no puedes evitar pensar ¿Realmente esto es posible? ¿Esta felicidad? Las dos monjas eran jóvenes, una estaría cerca de los treinta años y la otra tenía 21. Este es el gran contraste que me hizo pensar, porque son chicas físicamente hablando muy parecidas, solo que unas se ponen minifalda y  las otras hábito, unas estaban llorando y las otras no pararon de sonreír en todo el rato que estuvimos con ellas. ¿Qué tienen unas que no tienen las otras? ¿Qué tienen las monjas en el convento que no tengamos los jóvenes en la discoteca? Es por lo menos para pensarlo. Yo no digo que para ser feliz haya que meterse en un convento, ni tampoco que todo el que entra en una discoteca tenga un inmenso sufrimiento dentro, pero por lo menos hay que pararse a pensar y a observar: ¿Qué es lo que busco y dónde lo busco? Si realmente quiero ser feliz: ¿Dónde está esa gente que es realmente feliz y donde ha encontrado la felicidad?
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, yo creo que mil palabras son muchas palabras, y si están bien escogidas se pueden hacer auténticas obras de arte, pero la imagen que tengo yo en mente de las chicas del metro y las chicas del convento es única, y creo que no se puede expresar con palabras lo que me supuso a mi ver esa diferencia en un mismo día. Al volver en el coche por la noche yo comentaba con mi tío: “esto tiene que conocerlo la gente”. Yo intento animaros a todos los cristianos, y especialmente a los jóvenes que conozcáis la iglesia, que si realmente os consideráis parte de ella entonces conocedla, porque hay muchas cosas de la iglesia que no conocemos, incluso nosotros, los cristianos, solo nos enteramos de los fallos y cosas malas de la iglesia, que es lo que sale en los medios de comunicación, pero hay cientos de cosas buenas que no tenemos ni idea de que existen, y me refiero por ejemplo a la vida de una monja que vive toda su vida por Dios, y esto, dicho en palabras, pierde mucho, pero cuando te topas con una persona como ella de frente desaparece del todo la indiferencia. También aprovecho para animar a los que no creen para que conozcan la iglesia, porque es difícil hacerse una idea fiel de lo que es la iglesia en la actualidad en que vivimos, donde lo que se oye son solo los hachazos que recibe.
Ser católico no es como ser alto, simpático o inteligente, ser católico es, entre otras cosas, un compromiso con Aquél al que sigues y Aquel en el que crees. Además, ser católico y joven ES posible, si alguno cree que para ser católico tiene que olvidarse de su juventud y de pasárselo bien que sepa que está equivocado, ser católico es compatible con la juventud y con la diversión.

domingo, 31 de octubre de 2010

Cambio de hora

Esta noche ha sido el cambio de hora, el reloj se ha retrasado una hora, se supone que a las 3 de la mañana el reloj se tenía que poner a las 2. "Hemos dormido una hora más", bueno, no se si la gente aprovecha para dormir una hora más o hacen como yo y le sacan una hora más al día, yo concretamente aproveché esa hora para hacerme este blog. Espero que la hayais aprovechado bien, aunque supongo que siendo sábado por la noche, mucha gente la aprovechó para tomarse un par de cubatas más...bueno, cada uno hace lo que quiere con su tiempo, pero al final del todo, el tiempo hará lo que él sabe hacer con nosotros. Hay que saber usar el tiempo que tenemos porque, a excepción de esta noche, es imposible volver atrás.

Cógito en red

¡Hola! aquí estamos, este es mi "yo" en internet, soy yo en versión informática. Aquí colgaré las cosas que se me pasen por la cabeza, reflexiones filosóficas de esas que tenemos todos de vez en cuando, comentarios de películas que me gusten, de libros, de música; Contaré anécdotas que me suceden...en definitiva, esto es el reflejo en internet de quien soy yo. O, bueno, al menos todo lo que se puede reflejar de mí a través de un ordenador.

¡Hasta la próxima!

Atalaya